Ray Nayler me sorprendió gratamente con su novela La montaña en el mar, por eso pedí el ARC de su última obra, Where the axe is buried, pero llevo un tiempo que me está costando leer en inglés y la tenía aparcada en el lector. Ha sido, como muchas otras veces, la elogiosa reseña de Leticia Lara en fantástica ficción la que me ha animado a comenzar esta novela. Y, como tantas otras veces, no puedo hacer más que agradecérselo.

La estructura es parecida a la de La Montaña en el mar. Es una historia coral, situada en varias ubicaciones diferentes, con historias que se entrecruzan y que más o menos convergen al final. La temática principal, no obstante, es diferente. El peso principal de la trama se centra en la parte especulativa en el ámbito político, social y económico, y la parte de especulación científica y tecnológica, aunque también importante, queda más en segundo plano.
La acción transcurre en diferentes países, cuyo nombre no es mencionado, pero no hace falta para localizarlos rápidamente. La mayoría de estos países han decidido ser gobernados por un PM, un Primer Ministro, que es una inteligencia artificial. Se supone que estas entidades serán capaces de tomar las decisiones más ecuánimes y justas para el bien de la mayoría de los ciudadanos. El problema es que el precio de estas decisiones a veces es más alto que lo que la sociedad está dispuesta a aguantar.

El punto de vista opuesto es el de la Federación, con una sociedad distópica de manual controlada con mano férrea por una oligarquía y en la que el presidente se perpetúa en el cargo a base de traspasar su consiciencia a diferentes cuerpos clonados cuando las circunstancias lo requieren. Que parezca que las cosas cambian, pero que en el fondo todo siga igual.
Nayler ha decidido que la historia sea narrada por los perdedores: los refugiados, los represaliados, los manipulados, los sometidos a la voluntad de sus gobernantes, los que han abandonado toda esperanza de que las cosas cambien. Por eso destila un cierto tono pesimista y derrotista y me dejó mal cuerpo. Reconozco que logró emocionarme en algunos momentos.
Me ha gustado mucho como enfoca la manipulación, el control y las imposiciones de la clase gobernante. Aunque tenga un tono pesimista aplaudo como plantea la necesidad del debate, de la protesta, de la oposición, y de la participación de la ciudadanía en las decisiones políticas para evitar caer en sistemas de gobierno controladores y sin escrúpulos.
Esperemos que no sea una novela predictiva. Es cierto que he acabado con más preguntas que respuestas, ya que el final es un poco abrupto, pero me he quedado con una sensación satisfactoria. No puedo hacer más que recomendar su lectura. Si no leéis en inglés tenéis suerte porque en junio NOVA va a publicarla en castellano con traducción de David Tejera.
Tengo pendiente su novela corta Tusks of Extinction, que ha sido nominada a los Hugo de este año y que, por lo que he leído de la sinopsis, tiene cierta relación con esta. Si gana, seguro que aparecerá por aquí.