Hay escritores con un estilo tan peculiar que los reconoces después de leer unos pocos párrafos. China Miéville no es de este tipo de escritores, es un autor muy versátil, con muchos registros y que tiene la capacidad de embarcarse en historias muy diferentes tanto a nivel de trama (que es relativamente más sencillo) como a nivel de estilo (uno de las cosas que más le admiro).
Como concepto esta diversidad me encanta, pero ha provocado que también mis valoraciones de sus obras sean muy variadas: algunas de sus novelas me han encantado, como Embassytown o Kraken, y otras no me han convencido, como Los últimos dias de Nueva París, o directamente no las he podido terminar, como El consejo de Hierro. La novela que comentaré hoy, La ciudad y la ciudad, en la nueva edición de NOVA con traducción de Silvia Schettin, afortunadamente es de las primeras.
La trama tiene el típico estilo de una novela negra que se centra en la investigación de un asesinato en el que deben intervenir varias jurisdicciones, pero en un contexto muy original, las ciudades de Beszel y Ul Quoma, íntimamente unidas pero separadas y las verdaderas protagonistas de la novela. En un primer momento la relación entre estas dos ciudades me parecía comparable a la de Berlín de la guerra fría o a la de Jerusalen, pero el mismo China Mieville ridiculiza esta comparación durante la historia (supongo que para ayudar al lector en la ambientación y evitar que mantenga esta percepción). El resumen de la genialidad de la novela es que la barrera entre las ciudades no es tanto física como psicológica. Los habitantes son capaces de detectar a sus vecinos por su estilo de vestir, su idioma y su forma de moverse pero desven y desoyen a la otra ciudad y sus habitantes en los espacios en los que ambas coexisten. La única manera de pasar de una a otra de forma legal es a través de una frontera. Aquellos habitantes o turistas que comenten una infracción de la norma, una brecha, son amenazados por una policía especial que no rinde cuentas a nadie y con la que nadie quiere relación, la Brecha. La fisionomía de las dos ciudades es diferente (aunque yo las relacionaría con alguna ciudad centro europea de pasado imperial, estilo Viena, Praga o Budapest), igual que su situación económica y política, pero ambas deben luchar contra un movimiento unionista que quiere desmantelar el sistema actual.
La premisa es interesante, y la lectura muy satisfactoria y sorprendente, aunque el ritmo sea un poco lento en algún momento. Miéville te suelta en medio de las dos ciudades sin demasiadas guías ni explicaciones y tú debes encajar las piezas, aunque situarse no es muy complicado.
Los aspectos en los que la novela flojea son en la resolución de la trama policíaca, y el hecho que no profundice más en la historia de las dos ciudades y en los hechos que llevaron a su separación, me he quedado con ganas de saber más.
Otro aspecto que me sorprende es que ganase algunos de los premios internacionales más importantes, como el Hugo o el Locus de fantasía de 2010, no por calidad, si no porque no le acabo de encontrar el punto de género fantástico. La premisa se basa en una decisión colectiva de un grupo importante de seres humanos que se ponen de acuerdo en unas normas y que las respetan. Aunque luego se añada un cierto toque mitológico con la posible existencia de una tercera ciudad entre las dos, o la presencia de la todapoderosa Brecha, no acaba de encajarme como novela de género fantástico. Aunque tampoco sabría en qué género encajarla, la verdad...
En fin, una lectura totalmente recomendable, sorprendente y con algunos aspectos muy originales. En abril de 2018, siguiendo la tónica de adaptar novelas famosas de fantasía y ciencia ficción a la pequeña pantalla, se ha estrenado una miniserie de 4 episodios. Creo que trasladar la magia de la novela al formato visual ha de ser difícil, y las críticas no son demasiado esperanzadoras, pero no descarto echarle un vistazo.
La trama tiene el típico estilo de una novela negra que se centra en la investigación de un asesinato en el que deben intervenir varias jurisdicciones, pero en un contexto muy original, las ciudades de Beszel y Ul Quoma, íntimamente unidas pero separadas y las verdaderas protagonistas de la novela. En un primer momento la relación entre estas dos ciudades me parecía comparable a la de Berlín de la guerra fría o a la de Jerusalen, pero el mismo China Mieville ridiculiza esta comparación durante la historia (supongo que para ayudar al lector en la ambientación y evitar que mantenga esta percepción). El resumen de la genialidad de la novela es que la barrera entre las ciudades no es tanto física como psicológica. Los habitantes son capaces de detectar a sus vecinos por su estilo de vestir, su idioma y su forma de moverse pero desven y desoyen a la otra ciudad y sus habitantes en los espacios en los que ambas coexisten. La única manera de pasar de una a otra de forma legal es a través de una frontera. Aquellos habitantes o turistas que comenten una infracción de la norma, una brecha, son amenazados por una policía especial que no rinde cuentas a nadie y con la que nadie quiere relación, la Brecha. La fisionomía de las dos ciudades es diferente (aunque yo las relacionaría con alguna ciudad centro europea de pasado imperial, estilo Viena, Praga o Budapest), igual que su situación económica y política, pero ambas deben luchar contra un movimiento unionista que quiere desmantelar el sistema actual.
La premisa es interesante, y la lectura muy satisfactoria y sorprendente, aunque el ritmo sea un poco lento en algún momento. Miéville te suelta en medio de las dos ciudades sin demasiadas guías ni explicaciones y tú debes encajar las piezas, aunque situarse no es muy complicado.
Los aspectos en los que la novela flojea son en la resolución de la trama policíaca, y el hecho que no profundice más en la historia de las dos ciudades y en los hechos que llevaron a su separación, me he quedado con ganas de saber más.
Otro aspecto que me sorprende es que ganase algunos de los premios internacionales más importantes, como el Hugo o el Locus de fantasía de 2010, no por calidad, si no porque no le acabo de encontrar el punto de género fantástico. La premisa se basa en una decisión colectiva de un grupo importante de seres humanos que se ponen de acuerdo en unas normas y que las respetan. Aunque luego se añada un cierto toque mitológico con la posible existencia de una tercera ciudad entre las dos, o la presencia de la todapoderosa Brecha, no acaba de encajarme como novela de género fantástico. Aunque tampoco sabría en qué género encajarla, la verdad...
En fin, una lectura totalmente recomendable, sorprendente y con algunos aspectos muy originales. En abril de 2018, siguiendo la tónica de adaptar novelas famosas de fantasía y ciencia ficción a la pequeña pantalla, se ha estrenado una miniserie de 4 episodios. Creo que trasladar la magia de la novela al formato visual ha de ser difícil, y las críticas no son demasiado esperanzadoras, pero no descarto echarle un vistazo.
Tenía mis dudas, pero creo que probaré con ella. A mí sí me gustó Los Últimos Días... pero tampoco pude acabar El Consejo de Hierro. Y eso que me encantaron La Estación de la Calle Perdido y sobre todo La Cicatriz.
ResponEliminaUy, que error, la que no terminé fue La estación de la Calle Perdido. Esta es de las más asequibles de Mieville, aunque tiene igualmente su punto de genialidad. Te la recomiendo sin dudas, ya comentarás a ver que tal.
EliminaSiento no poder pasarme más a ver que tramas por el blog. Con respecto a Mieville, yo me di cuenta hace tiempo que el británico y yo no nos llevamos demasiado bien, así que es mejor que mantengamos las distancias, por mucho que me haya gustado tu reseña.
ResponEliminaSaludos
Hace más de un mes que no actualizaba. Entre el trabajo y una operación he estado muy aislado del mundillo. Muy respetable tu criterio, aunque como sé que sus libros son tan diferentes, yo acostumbro a picar.
EliminaEspero que lo de la operación no haya sido nada y ya estés bien. Y mi problema con Mieville, es que su estilo se me suele hacer bola, tiene algunas lecturas que me gustan, pero siempre me pasa igual y el último tercio me cuesta mucho terminarlo.
EliminaSaludos y lo dicho, a mejorarse.
A mí me encantó esta novela, pero tuve la mala suerte de leerla en la traducción de La Factoría de Ideas. Mi impresión fue: pedazo de novela, qué pena que el autor tenga una prosa tan enrevesada. Luego leí Embassytown (otra genialidad) y alguna otra novela de la misma serie de la Factoría de Ideas y me dije: no es el autor, lo que pasa es que estas traducciones dan pena. Me alegro de que Nova le haya realizado una traducción a la altura. Aunque ahora que comentas lo de sus cambios de estilo, me pregunto: ¿el claro cambio a mejor de Embassytown sería realmente debido a la traducción o aun cambio de estilo del autor? Me debatía ahora entre Los últimos días de Nueva París y Kraken para continuar con el autor, y aunque por las críticas que estaba leyendo por ahí me decantaba más por la primera, después de leer tu opinión, la segunda vuelve a ganar puntos.
ResponEliminaEl copyright de la traducción es de 2018, por tanto interpreto que es nueva. Los últimos días de Nueva París es una novela muy peculiar, que no me atrevo a recomendar sin reservas. Kraken es muchísimo más ligera, con un tono de fantasía urbana gamberra y algunos personajes memorables, ideal para el verano. Gracias por pasarte por aquí.
Elimina"Embassytown" y esta son mis novelas preferidas de China Mieville. Bueno, quizá añadiría Un-Lundun, pero tienen que gustarle a uno las novelas infantiles. La imaginación de este hombre no deja de maravillarme, aunque su estilo se me hace a veces, dificil de tragar, aunque reconozco que yo sí lo he leído en las traducciones de la factoria.
ResponEliminaSu estilo es un problema cuando la historia no te atrapa. Es lo que me pasó con La estación de la Calle Perdido. Aunque lo leí en la traducción antigua, a lo mejor tiene algo que ver...
Elimina