Los lectores habituales del blog ya sabéis que tengo lagunas importantes respecto a los clásicos de ciencia ficción y que, poco a poco, me voy poniendo al día. Entre los autores que despertaban mi curiosidad estaban los hermanos Strugatski, de los que he estado varias veces a punto de comprar o de coger prestadas en la biblioteca algunas novelas, tanto en catalán como en castellano, pero nunca me había acabado de decidir. La nueva edición de Que difícil es ser Dios publicada por Gigamesh en la colección Gigamesh breve con traducción directa del ruso de Justo E. Vasco y Raquel Marqués ha sido la excusa perfecta.
Mi sensación final es agridulce, ya que la historia tiene un planteamiento y un desarrollo muy interesantes, pero no he acabado de conectar con la novela, sobre todo debido a como los autores explican la historia, más que a lo que explican.
La novela está ubicada en un mundo que no es la Tierra, aunque está habitado por seres humanos que viven en una época equivalente a la edad media europea. El protagonista principal, Don Rumata, sí que es terrestre. Es un estudioso que forma parte de un cuerpo especializado encargado de grabar, observar y analizar la evolución de la sociedad de este planeta, sin poder intervenir en los sucesos que presencian. Un dilema bastante recurrente en la ciencia ficción.
Don Rumata está infiltrado como un aristócrata de la corte en uno de los países del planeta, por lo que vive con muchos privilegios y tiene contacto con las personas que ostentan el poder y goza de cierta inmunidad ante las desgracias que sufren los pobladores de ese país. También ayuda que su habilidad con la espada sea legendaria. Uno de los asesores del monarca está acaparando mucho poder y está eliminando de forma violenta y sin misericordia a sus rivales y a todos aquellos que tienen ocupaciones relacionadas con la cultura, de forma que saber leer y escribir te convierte en sospechoso y, a menudo, en cadáver. Intentando no llamar la atención Rumata interviene en favor de algunos intelectuales del reino ayudándolos a escapar a otros países con gobernantes más tolerantes. Pero es muy difícil actuar de esta manera sin levantar sospechas.
Es curioso que esta obra superase la censura del régimen comunista y se pudiera publicar en los sesenta, ya que es una crítica brutal y sin disimulo hacia los regímenes totalitarios y la eliminación de aquellos que no comulgan con las ideas de los gobernantes, hecho habitual en aquellas décadas en la URSS. Viendo como está el panorama en la política española, espero que nadie pille ideas de la trama de la novela... miedo me da. Aunque es una obra cruda y con escenas muy duras, el humor también está presente, a menudo relacionado con el tema de la higiene de los habitantes del planeta y las manías de Don Rumata.
La trama es muy interesante, y me ha gustado mucho la forma como la novela plantea varios dilemas morales, siendo el principal el hecho de si observas la injusticia y la decadencia moral y no luchas contra ella te convierte en cómplice o en un mero superviviente. Pero ya desde el prólogo (que no veo como enlaza con la historia principal) no he conseguido conectar con la novela.
Don Rumata está infiltrado como un aristócrata de la corte en uno de los países del planeta, por lo que vive con muchos privilegios y tiene contacto con las personas que ostentan el poder y goza de cierta inmunidad ante las desgracias que sufren los pobladores de ese país. También ayuda que su habilidad con la espada sea legendaria. Uno de los asesores del monarca está acaparando mucho poder y está eliminando de forma violenta y sin misericordia a sus rivales y a todos aquellos que tienen ocupaciones relacionadas con la cultura, de forma que saber leer y escribir te convierte en sospechoso y, a menudo, en cadáver. Intentando no llamar la atención Rumata interviene en favor de algunos intelectuales del reino ayudándolos a escapar a otros países con gobernantes más tolerantes. Pero es muy difícil actuar de esta manera sin levantar sospechas.
Es curioso que esta obra superase la censura del régimen comunista y se pudiera publicar en los sesenta, ya que es una crítica brutal y sin disimulo hacia los regímenes totalitarios y la eliminación de aquellos que no comulgan con las ideas de los gobernantes, hecho habitual en aquellas décadas en la URSS. Viendo como está el panorama en la política española, espero que nadie pille ideas de la trama de la novela... miedo me da. Aunque es una obra cruda y con escenas muy duras, el humor también está presente, a menudo relacionado con el tema de la higiene de los habitantes del planeta y las manías de Don Rumata.
La trama es muy interesante, y me ha gustado mucho la forma como la novela plantea varios dilemas morales, siendo el principal el hecho de si observas la injusticia y la decadencia moral y no luchas contra ella te convierte en cómplice o en un mero superviviente. Pero ya desde el prólogo (que no veo como enlaza con la historia principal) no he conseguido conectar con la novela.
En un primer momento pensé que la poca fluidez que percibía y mi sensación de desconexión podían ser debidas a la traducción. Por tanto revisé otras versiones más antiguas de la misma novela y tuve el mismo problema, así que creo que con lo que no he acabado de conectar es con el estilo narrativo de los autores. Cada vez estoy más convencido que el trabajo de los traductores es más influyente en la experiencia lectora: comparando las dos versiones de esta novela, revisando los mismos párrafos, parecía que estaba leyendo historias diferentes.
La historia ha sido llevada en un par de ocasiones al cine y, viendo el trailer de la más reciente sí que me quedé con mal cuerpo y me trasladó a un mundo sucio y repleto de violencia. La novela no logró generar en mi esta sensación, y es habitual que me pase al revés, que la novela me haga sentir más cosas que el producto audiovisual.
Aunque mi experiencia no ha sido totalmente satisfactoria sí que os recomiendo la lectura de la novela, ya que plantea algunos argumentos interesantes y he detectado revisando otras valoraciones que mis sensaciones con el estilo son minoritarias. Estoy convencido que volveré a dar una oportunidad a los hermanos Strugatski, y ya tengo un par de sus novelas en el punto de mira, aunque acepto recomendaciones.
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