En los últimos años he disfrutado de varias obras de autores y autoras de ciencia ficción de origen africano que están teniendo mucho éxito, como N.K. Jemisin, Tade Thompson o Nnedi Okorafor. Cuando descubrí que el premio Arthur C. Clarke de este año lo había recibido Namwalli Serpell, una autora de Zambia con su primera novela, La deriva, decidí echarle un vistazo; este verano me apetece conocer voces nuevas.
Es una novela generacional de historia ficción que sigue las vidas de tres familias muy diferentes que residen en Zambia, a través de las cuales conoceremos algunos de los acontecimientos históricos más importantes de esta zona de África durante el último siglo. La novela está estructurada en relatos protagonizados por tres generaciones de personas de estas tres familias, sobre todo las mujeres. Las historias de las protagonistas se van trenzando a medida que pasan los años creando un tapiz muy interesante y bien estructurado. Los diferentes capítulos están separados por la voz de unos peculiares narradores, los mosquitos que son vectores de microorganismos transmisores de enfermedades, que actúan como un coro griego en una tragedia.
Aunque la estructura me convence genera irregularidad en la historia. Algunos de los relatos son muy interesantes y adictivos, otros me han resultado algo aburridos y creo que algunas historias y anécdotas no acaban de quedar bien enlazadas, sobre todo en las historias iniciales, en las que intenta explicar muchas cosas en muy poco espacio. Algunas situaciones me han parecido surrealistas, como el programa espacial de Zambia, pero está basado en hechos reales. A veces la realidad supera la ficción.
Es una novela muy visceral. Da mucha importancia a los olores en las descripciones y a las secreciones y necesidades corporales. Por eso me gusta más la traducción del título de la edición italiana: Cabellos, lágrimas y mosquitos. Creo que La deriva no tiene el mismo sentido como título que The Old drift.
Entrando en los aspectos negativos, me ha sorprendido que haya varios errores científicos cuando habla de las enfermedades infecciosas. Sobre todo cuando la investigación del VIH es una parte importante de la trama. Hablar del virus de la malaria o de células atenuadas de la polio para hacer una vacuna me hace poner los pelos de punta. Son fallos de corrección importantes. Seguro que en otras disciplinas no detecto muchas erratas de este estilo, pero me saltan todas las alarmas de profe de biología en estas situaciones y corro a coger el bolígrafo rojo.
También tengo dudas con el hecho que haya recibido el premio Arthur C. Clarke. La parte de especulación se limita, dejando de lado a los molestos dípteros narradores, al último tercio de la novela, y se basa exclusivamente en una evolución de tecnologías ya existentes. No digo que no tenga mérito, pero no sé si es suficiente para recibir un premio de este estilo.
Aunque le encuentre ciertas pegas, en conjunto creo que es una buena novela generacional y os recomiendo su lectura. Es una historia entretenida, he aprendido muchas cosas interesantes sobre la historia de esta zona de África, se nota un esfuerzo importante de planificación y de estructura y es una nueva voz a seguir con un estilo peculiar que a mí me ha convencido como narradora. Ahora bien, si lo que buscáis es una novela de ciencia ficción, creo que no es una buena elección.
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