divendres, 23 de juliol del 2021

El ritmo de la guerra - Brandon Sanderson

Con la excusa de la publicación de El Ritmo de la Guerra, intrigado por las buenas críticas que recibían los libros de la saga de El Archivo de las Tormentas de Brandon Sanderson, decidí que ya había suficiente material (más de 5000 páginas) para introducirme en este nuevo escenario del Cosmere. He estado más de seis meses sumergido en los sucesos que acontecen en Roshar; las sagas de este estilo me gusta leerlas de un tirón para recordar al máximo los detalles, los escenarios y los personajes. Tengo un ligero empacho, lo reconozco, siempre me pasa, pero no puedo hacer más que recomendaros que os introduzcáis en este fantástico universo.

Sanderson es un autor muy prolífico, resulta difícil mantenerse al día con su producción. Gran parte de su obra está ubicada en El Cosmere, un escenario del cual vamos conociendo más aspectos y del que la decalogía de El Archivo de las tormentas va a ser su eje principal. Aunque en un principio puede parecer que las diferentes sagas no estén relacionadas de forma clara, las referencias, personajes cruzados, huevos de pascua e historia común cada vez están más presentes. Os recomiendo encarecidamente la página del Cosmere en español si queréis más información sobre este espectacular universo.
El Archivo de las Tormentas se fundamenta en algunos pilares básicos en los que Sanderson ha ido mejorando a lo largo de su carrera. Su principal mérito según mi punto de vista son los sistemas de magia tan originales que ha imaginado, con normas, causas y consecuencias, y fuentes de poder que se pueden agotar. Si ya me parecía que cada sistema de magia era brillante, ahora que parece que van a haber combinaciones entre ellos los resultados pueden ser espectaculares.
La magia va estrechamente relacionada con el worldbuilding. Después de más de 5000 páginas ubicadas en este escenario todavía es capaz de sorprender al lector con detalles de la historia, de las razas y pueblos que habitan el planeta, y de su fauna y flora características. 
Tengo la sensación que solo estamos viendo la punta del iceberg. Aunque tiene mérito, también puede ser un poco descorazonadora la sensación de que todavía no tienes dominado el escenario después de tantas horas de lectura.
Otro punto fuerte son las escenas de acción. Los poderes que adquieren los personajes les otorgan unas capacidades sobrehumanas que, utilizadas en los momentos de lucha, proporcionan al lector momentos épicos, ya sea en duelos uno contra uno o en batallas multitudinarias. Los lectores habituales ya sabéis que las escenas de acción no acostumbran a ser mis preferidas y que a veces me sacan de la historia. En El ritmo de la guerra también me ha pasado, sobre todo en el primer  tercio de la historia, aunque no sé si es debido a la acción en sí, o que ya eran los primeros síntomas del empacho.
Con los personajes principales de la saga tengo sensaciones encontradas. Dedica muchas páginas para presentarlos y para mostrarnos su evolución. Considero que están bien construidos, con mucho trasfondo y que son  poco arquetípicos. Tienen matices de gris y recovecos en su personalidad, y reconozco que en algunos momentos sus acciones me han sorprendido, aunque algunos son más predecibles que otros. Mi problema es que no acabo de empatizar con algunos de ellos, especialmente Kaladin y Shallan, algunos de los preferidos de los fans de este universo y que tienen mucha presencia en la trama. También le critico que utiliza pocos narradores para ser un escenario tan amplio y tan rico. Las dos novelas cortas y los interludios entre libros, protagonizados ambos por actores secundarios, aportan mucha frescura a la historia. 

En definitiva, es un proyecto abrumador por la riqueza y originalidad de escenarios, tramas, razas y pueblos y sistemas de magia. Encontraréis momentos de acción épicos, personajes bien trazados, intrigas políticas, órdenes secretas con intenciones ocultas y giros sorprendentes en la trama. No puedo hacer más que recomendar su lectura. Eso sí, si sois de empacho fácil, en pequeñas dosis y alternándolo con otras lecturas desengrasantes. 

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