Hoy voy a comentar las cuatro novelas que forman la saga de Odisea Espacial, del maestro Arthur C. Clarke. Tenía ganas de volver a leer la primera novela y, aprovechando que tenía las otras tres, cada una de una edición y editorial diferente (que quedan fatal en la estantería), las he leído todas seguidas.

En un principio mi idea era hacer una entrada por novela, pero he decidido comentarlas todas en la misma, lo que implicará que entre una y otra pueda haber información que sea considerada como spoiler. Si sois lectores del blog doy por sentado que habéis leído 2001, o habéis visto la película, pero si no habéis leído las siguientes, como era mi caso, os aconsejo no leer esta entrada. Eso sí, os recomiendo que le deis una oportunidad a 2010 y 2061, dos novelas interesantes, entretenidas y con todos los aspectos narrativos y especulativos positivos de la obra de Clarke. 3001 es harina de otro costal, y no llega al nivel de sus predecesoras e incluso la calificaría de fallida.
Lo primero que quiero destacar son las sensaciones que me provocó la relectura de 2001. He disfrutado mucho, no me lo esperaba. Aunque recordaba perfectamente los diferentes bloques narrativos en los que se estructura la historia (la evolución forzada del ser humano, el descubrimiento del monolito en la luna, el viaje hacia Saturno en la Discovery con todos sus problemas y la psicodélica parte final), he apreciado mucho más los detalles: el descubrimiento del monolito, la vida de los habitantes de la colonia lunar, el viaje desde la Tierra a la luna, la anticipación de aparatos conectados por una red global, ...

Si tenemos en cuenta de que esta novela está escrita antes de la llegada del hombre a la luna, por no hablar de la misión Galileo al sistema joviano, la capacidad especulativa y predictiva de Clarke creo que tiene mucho mérito. Es una novela emocionante, llena de misterio e intriga, y en algunos momentos, en los que el astronauta David Bowman debe lidiar con los problemas que le causa el ordenador de la nave, Hal, se puede clasificar también como terror claustrofóbico.

Con las expectativas altas emprendí la lectura de 2010 (ojo, que habrá spoilers). Lo primero que me sorprendió fue el cambio de escenario, ya que sitúa el monolito en los satélites galileanos de Júpiter, como en la película, y no en Japeto. Una vez terminada la novela, la verdad es que da más juego la nueva ubicación, pero he echado en falta el misterio de la especial geografía de Japeto. Es una historia más lineal y coral que la anterior, y se basa en la premisa de una nueva misión a Júpiter para investigar el monolito e intentar descubrir que le pasó a la Discovery y, si es posible, retornarla a la Tierra. En el proceso van a intentar reiniciar a Hal, lo que no parece una buena idea en un principio. Uno de los tripulantes es Heywood Floyd, al que ya conocemos de la primera novela, y que servirá como narrador principal de la historia, aunque todos los tripulantes de la nave, la Alexei Leonov, son importantes en la trama. Es curioso como, en un contexto histórico de guerra fría, la tripulación esté formada por astronautas soviéticos y americanos en plena colaboración, así que tiene que buscar un nuevo rival, que son los chinos (un punto más en la lista de predicciones de Clarke). Simultáneamente seguimos parte de la historia de David Bowman, o su conciencia o... bueno... lo que queda de él después de adentrarse en el monolito y viajar a través de las estrellas. Esta novela está más centrada en el viaje espacial y sus incomodidades y la situación sociopolítica de la Tierra, aunque la parte especulativa sobre la posible existencia de vida en el sistema Joviano y la geografía y geología de Júpiter y sus satélites la he encontrado muy interesante.

La historia termina en un punto álgido que invita a leer la continuación: los diseñadores del monolito convierten a Júpiter en un sol, llamado de forma muy conveniente Lucifer a partir de ese momento. Un aviso es enviado a la humanidad: el sistema es solar es suyo, pueden hacer lo quieran con él, pero no pueden acercarse al satélite Europa, cuya superficie helada, gracias a Lucifer, está fundiéndose, generando muchos hábitats nuevos que la vida incipiente del satélite podrá explorar.

Comencé 2061 con muchas ganas. Me acabó de convencer el hecho que la elección del año en el cual situó la novela fuese el que marca el regreso del cometa Halley, cuyo tránsito el siglo pasado, para la gente de mi generación, fue un hito importante en nuestras infancias. Ahora pienso que si lo vuelvo a ver tendré 87 años... Y lo que es más preocupante es que estoy más cerca del regreso que de la primera vez que lo vi. En fin, corramos un tupido velo y sigamos con la historia que narra la novela. Hablando de personas mayores, uno de los narradores principales vuelve a ser Heywood Floyd, ya centenario, pero en buenas condiciones físicas gracias a que no le ha afectado en exceso la gravedad del planeta, ya que vive en una estación orbital. Heywood se embarca en una nave cuya misión es aterrizar en el cometa Halley, recoger muestras y explicar la experiencia (otro punto para el bueno de Arthur). La tripulación es un tanto peculiar, formada por astronautas profesionales, pero también por artistas, periodistas y gente famosa. Una vez completada la misión, la nave tendrá que viajar rápidamente a Europa para rescatar a otra nave que ha caído sobre el planeta por accidente, antes de que el monolito que está en el satélite realice alguna acción contra los supervivientes. Es una historia entretenida y emocionante que presenta una teoría interesante sobre el material que podría formar el núcleo de los gigantes gaseosos, y como podría cambiar su abundancia la economía y la tecnología de nuestro planeta.
3001 es la historia final, que quiere ser la conclusión de la saga, pero que está a años luz de sus predecesoras. Tiene varios errores de planteamiento, en mi opinión. El primero, la diferencia de tiempo entre las novelas. Mil años dan para mucho, y la sociedad humana que presenta con su tecnología, infraestructuras, creencias, cultura... muestra muy poca progresión para representar un intervalo tan grande de tiempo. El segundo, la elección del personaje de nuestra época que va a ser el guía del lector en las diferencias culturales y sociales respecto a nuestra sociedad. Clarke elige a Frank Poole, el segundo astronauta de la Discovery, al que los lectores pensábamos que Hal consiguió eliminar en la primera novela. Rescatar un cuerpo en el espacio casi mil años después y que sea viable revivirlo me ha sacado totalmente de la historia. Además, mi sensación es que la trama está apresurada, acelerada, y parece escrita para hacer una especie de conclusión de la saga, pero sin mucha motivación y con ganas de acabar. No entiendo como algún editor no le recomendó al autor de hacer una reescritura, o directamente de abandonar el proyecto. También le critico la repetición literal de algunos de los capítulos de las novelas anteriores, algunos los he leído tres veces. Clarke se justifica diciendo que si ha de plagiar a alguien, mejor que sea a sí mismo, pero si lees las cuatro novelas de un tirón, se hace un poco extraño y no me ha acabado de convencer la explicación.
En fin, la última novela deja un regusto agridulce, pero las tres primeras realmente valen la pena y os las recomiendo sin dudas. Hay aventura, emoción, intriga, terror, biología, geología, tecnología... y todo con el estilo ameno de Clarke, con sus frases lapidarias al final de cada capítulo y su capacidad especulativa y de predicción. Me estoy mirando algunas de sus colecciones de relatos que tengo en la estantería, y seguramente pronto aparecerán por aquí.